Entre tejidos, fotos, emails y decisiones, a veces se nos pasa contar qué hay detrás. Este blog ha estado un poco parado, no por falta de cosas que contar, sino porque Flor de C sigue siendo una empresa pequeña: somos dos personas, Marta y yo, haciendo todo lo que ves.

Este año, la colección de vestidos de comunión 2026 nació de una necesidad real: volver a la esencia. Parar. Mirar atrás. Recordar por qué empezamos. Y entender que, a veces, sin darnos cuenta, nos alejamos un poco de esa idea inicial: vestir a niñas reales.
Niñas que siguen siendo niñas
En los últimos años, algunas colecciones de comunión han tomado un rumbo que no sentimos propio: niñas con estilismos muy adultos, maquillajes, poses de editorial. Incluso nosotras hemos usado modelos algo mayores, y al revisar nuestras imágenes sentimos que estábamos perdiendo una parte esencial: la dulzura real de una niña de nueve años.
No hablamos de tamaños, sino de esencia. Esa energía que tienen las niñas que aún juegan, que aún se asombran. Y esta colección quiere honrar esa etapa, sin disfraces ni imposturas.

Una colección sencilla, armónica y honesta
En 2026 volvemos al origen. Vestidos hechos con tejidos naturales que adoramos: tules bordados, linos naturales, algodones rústicos y uno que nos tiene enamoradas: el gazar rústico, por su cuerpo, su caída y su belleza atemporal.

Diseñamos vestidos de comunión sencillos, pensados para niñas que aún están en esa etapa mágica. Con siluetas limpias, costuras cuidadas y detalles hechos a mano. Sin artificios. Sin exceso. Solo vestidos con alma.

Porque esto también va de tiempo
No queríamos hacer una colección porque “toca”, sino porque sentimos que hacía falta parar y hacerlo bien. Queremos que, cuando veas uno de nuestros vestidos, pienses: esa es una niña haciendo su comunión. No una novia. No una influencer en miniatura. Una niña.
Y eso, para nosotras, lo es todo.
